Últimamente
en mi vida parece que el tema central es la definición de qué es la
cultura. En mi trabajo de fin de máster, Yara, Judit y yo no paramos de
preguntarnos por la definición de tan escurridizo término y todos sus
hijos (tradición, identidad, patrimonio, sociedad, arte...) No se si
será por la postal que cuelga de mi pared o por el documental que acabo
de ver on-line, por lo que veo que todos los caminos confluyen en el
mismo... manifestaciones humanas, que se enredan con la sociedad, que
avanzan indiferentes a las normas y espontáneas como las señoritas que
anuncian galletas de fibra. En mi opinión, es infrenable que de un modo u
otro salgan a la luz miles de manifestaciones culturales diarias y
muchas de ellas hechas a conciencia. Internet parece ser el eje sobre el
que todo gira: no sólo un soporte, sino una más de nuestras arterias.
Del Geocaching al spotify, de las pelis on-line al fan-fic, de las
plataformas solidarias a los más íntimos blogs, las ventas por internet,
los certámenes de un millón de tipos que animan a participar a todo el
mundo, los recursos de las instituciones, las propagandas y los portales
de empresas y asociaciones... Hacemos tantas cosas por internet...
incluso las relaciones sociales... Sería extraño que las manifestaciones
culturales de hoy en día no fuesen por el mismo medio.
Ha habido una frase del niño que pensaba por sí mismo, que aparece en el documental,
que me ha impresionado: yo no sabía que lo que hacía era ilegal, pero
si yo lo hiciese para sacar dinero, si que estaría mal... yo lo hago
(mezcla vídeos, los edita, con su música, hace sus versiones de trailers, etc.), pero no para sacar dinero...
Resulta
que nuestro patrimonio audio-visual se basa en firmas registradas y
protegidas por las leyes, y que no podemos utilizarlas para hablar sobre
nuestra realidad porque son privadas. Yo a eso le llamo censura. ¿Cómo
puede ser privado algo que ha pertenecido a nuestra cotidianidad
siempre? ¿No se convierte la coca-cola, por ejemplo, en algo nuestro
cuando unas azafatas van regalando latas, gorras y chapas con la marca a
los viandantes?
Otra
de las reflexiones que me ha sorprendido gratamente es cuando han dicho
que generalmente se confunde la cultura con la industria del
entretenimiento. Es evidente que en la mayoría de los casos van ligadas,
pero no siempre son la misma cosa. Hay músicos que no viven de su
música pero sí que han producido obra a lo largo de su vida, así como
pintores, diseñadores, escritores, bailarines, actrices, actores,
humoristas... artistas. Todas ellas y ellos contribuyen al crecimiento
de nuestra cultura desde una necesidad interior. Por eso crean, porque
quieren, porque disfrutan, porque les satisface y les hace felices, no
porque esperen ser multimillonarios a cambio. Y ésta también es la
cultura de los que quieren atar el saco para que no se les escape el
dinero. Ellos también participan de esta transformación del mundo, pero
más bien como oportunistas o como colocadores de barreras, y no
precisamente en los lugares donde podrían contener la insensatez.
La
cultura no es de unos pocos, puesto que ya hemos comprobado que no
existe un único libro todopoderoso. Miles de vías, todas abiertas,
información que circula, que llega a todo aquel que tenga la oportunidad
de conectarse a un ordenador.
Criterio: ¿como mirar todo esto? En este tema, también, la educación continúa siendo indispensable.
Sofia Albero Verdú
Sofía: Me parece interesante lo que mencionás acerca de la diferencia entre las reutilizaciones "para sacar dinero" y las que no tienen ese fin, sino la mera expresión, y cómo restringir estas manifestaciones puede en algunos casos atentar contra la libertad de expresión. Sin dudas, a la hora de reflexionar sobre las potestades que deberían tener los autores, es imprescindible poner en la balanza también los derechos de quienes acceden a la obra.
ResponderEliminarSaludos!