Ayer, al llegar a casa, repasando
el catálogo de la exposición de Gonzalo Nicuesa, Una cierta mirada, pensaba en
lo superficial, en lo banal, en toda la influencia que sobre su obra ha
ejercido el Pop art y la insistencia con la que Gonzalo recurre a esta
iconografía para retratar sus pensamientos. Pero observé un poco más. Reparé en
los textos. Aunque desarrollan sólo algunas pinceladas, dan un giro al sentido
comercial de estos “foto-dibujos”, como dice G. Laborra, que para mí tenían
hasta el momento. Algo mucho más íntimo subyace en estos objetos cotidianos
representados. La exposición en su conjunto parece un collage de objetos que
nos retrotraen a nuestra infancia (la fuente de metal verde), a nuestra
juventud (los edificios madrileños y los recuerdos de antiguos estudiantes), a
modas de épocas pasadas (cassettes, vinilos…). Es un conjunto nostálgico.
Incluso el smartphone sobre la mesa parece un recuerdo del pasado.
La forma de presentar las
imágenes me parece muy moderna, en el sentido figurado y también el literal. Es
decir, objetos sobre fondos blancos; primeros planos con filtros que dan grano
a la imagen, ruido, pero cuidadosamente distribuido; plástico, colores fuertes
y limpios, próximos a los primarios. Huye de construcciones tradicionales de
temática, objetos y colores. Sin embargo, hay un tono de belleza clásica que
hace que sea muy fácil entrar en su atmósfera. Algo muy nuestro, un sentimiento
compartido que hunde las raíces en nuestro imaginario…
… en la utilización del
dibujo a lápiz y en las composiciones simétricas, la rotundidad de las
arquitecturas y la disposición de los elementos en la imagen, como posando para
ser fotografiados.
Yo pensé en las baldosas,
los grifos, los bodegones, las paredes y los blancos desnudos de Antonio López.
Incluso en su Gran Vía. Pero estas imágenes nos hablan de otro lugar y de otro
momento. Tan enmarañado y profundo como un “pantalón en el suelo”.
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